¿CÓMO APRENDE EL LENGUAJE MI HIJO CON AUTISMO?

El lenguaje, una función cognitiva de los seres humanos. Una de las herramientas que nos permite llevar a cabo ese interés que tenemos, el comunicarnos y relacionarnos con nuestros iguales. El lenguaje es una compleja función de nuestro cerebro fruto del desarrollo de nuestra especie en la cual intervienen diferentes áreas cerebrales. El área de Wernike, el área de Broca, áreas prefrontales, neuronas espejo y diferentes funciones cognitivas como la imitación de patrones  gestuales bucofaciales, capacidad de simbolización y de abstracción, memoria verbal, entre otras.

Desde el nacimiento, nuestro interés por mirar a la cara, mirar la boca de la persona que nos habla, por empezar a imitar esos gestos bucofaciales va en aumento. Nos vamos convirtiendo en imitadores, en expertos en el lenguaje. Nuestro pequeño cerebro va registrando esos patrones, esos sonidos, esas palabras cargadas de significado asociadas a objetos, a personas a expresiones faciales…. En definitiva, aprendemos el lenguaje primero de manera comprensiva y poco a poco expresiva, verbalizando sonidos, palabras, frases.

El bebé muestra ese interés innato por el otro, y el adulto se convierte en el vehículo del aprendizaje verbal y social a la vez.  Hay estudios que han hallado que estamos como programados genéticamente para hablar a los bebés con una prosodia  (tono de voz) más dulce, repetitiva y clara con el fin de que el bebé aprenda el lenguaje.   De esta manera, conectados  bebé y adulto, casi como  por magia, aunque genéticamente predeterminado, el niño comienza a aprender el lenguaje y la comunicación social.

Pero ¿Qué ocurre cuando este bebé presenta un neurodesarrollo atípico como en los TEA?. Hemos visto tras la bibliografía de estudios realizados con padres de hijos con trastornos del espectro del autismo, que este proceso de aprendizaje no se da de la misma manera que hemos descrito anteriormente. Según describen muchas familias de hijos con TEA, sus hijos no presentaban en la misma medida este contacto visual desde el inicio del desarrollo. Refieren que eran bebés que miraban menos o que no parecían conectar con la mirada con el adulto referente. Los intereses, a medida que pasaban los meses, eran otros. Mucho de ellos presentaban mayor interés por objetos que por esa conexión social con sus cuidadores. Presentaban una disminución del contacto visual y a la vez una disminución en la imitación bucofacial y verbal.

La disminución en el interés social, contacto visual, en imitación de patrones bucofaciales y patrones verbales son algunas de las causas estudiadas que se ha visto que interfieren en el aprendizaje y adquisición del lenguaje de las personas con TEA.

La predisposición biológica/genética marca el neurodesarrollo normotípico o atípico de nuestros cerebros. Sin embargo, nuestro cerebro posee una gran neuroplasticidad. Es por ello que los estudios reflejan que una persona con TEA con todo y sus características puede aprender y podemos influir sobre este neurodesarrollo. La detección e intervención temprana es fundamental para ello. Intervenciones dirigidas a estimular y fomentar un mayor contacto visual, a prestar atención a los patrones gestuales faciales, fomentar la imitación bucofacial junto con soportes visuales, son claves para intentar compensar esas barreras que muestra el neurodesarrollo atípico de los TEA.

En definitiva, las personas con TEA presentan dificultades en el neurodesarrollo de funciones como la adquisición del lenguaje y la comunicación porque presentan una disposición neuropsicológica, un punto de partida distinto y un procesamiento de la información de su entorno diferente. Comprender cómo procesan el mundo verbal y social nos ayuda a entenderlos y a poner en marcha intervenciones, ayudas y técnicas de rigor que les permitan aprender cada día y comprender la complejidad del lenguaje y comunicación humana.

Laura Rovira González
Psicóloga General Sanitaria
Especialista en Neuropsicología, clínica Infantojuvenil y
Trastornos del Espectro del Autismo